Naamán, jefe del ejército Sirio, hombre notable y con buena fama, estaba muy enfermo y casi sin esperanza de poder curarse. Él esperaba un gran médico que aliviase su enfermedad, pero la persona que le dio esperanza fue una humilde sirvienta: ”Ah, si mi señor pudiera presentarse ante el profeta que hay en Samaría. Él lo curaría”. Él movido por su desesperación fue en búsqueda del rey de Israel con plata, oro, vestidos y una carta de recomendación…