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Ávila Tierra de Misión
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En una ocasión me dijo un amigo que tenía el mejor producto, pero que no sabía venderlo. ¡Tiene toda la razón! Tienen toda la razón quienes así nos miran a los sacerdotes y a todas las personas consagradas. Nosotros no estudiamos publicidad, que siempre tiene un golpecito de seducción engañosa. Nuestro producto es tan verdadero que sólo nos permite el testimonio, que aparece a través de las fisuras de nuestras miserias.

 

Pero vamos al grano: ¿quieres ser cura?, ¿quieres ser religioso o religiosa?, ¿quieres consagrar tu vida al Señor?¿Quieres serlo en esta tierra sencilla de Ávila? No hace falta que me respondas. Me basta que acojas la pregunta y que te la hagas a ti mismo y a ti misma. La respuesta la veremos todos: aquí no sirve decir sino hacer y poner en práctica. Querer ser alguien ya es dejar hablar a lo mejor de ti mismo y de ti misma. Cuando le dejamos hablar al corazón y cuando le dejamos asomarse a lo más bello de su entrega, algo sorprendente aparece en nuestro interior. Es posible que te dé vértigo, que digas que no es posible, que eso es una fantasía…, pero ahí queda siempre la duda. Sólo se resuelve si de verdad lo pruebas, si te pones en camino.

 

Jesús tiene una parábola que define perfectamente esto. “Se parece a un tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra, lo vuelve a esconder, y lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo” (Mt 13, 44) ¡Qué sencillez y qué bien dicho! No hay parábola más breve ni más precisa. Así es el Señor. No le podemos cambiar. Así es de claro. Sólo si encuentro un tesoro soy capaz de vender todo para comprarlo. Claro, este tesoro está escondido. Requiere que yo lo encuentre. Necesita que guarde bien el secreto de mi tesoro. Que guardado, me llene de alegría, que el haberlo encontrado me haga la persona más feliz del mundo, tan feliz, tan feliz que sea capaz de vender todo para tener este tesoro.

 

Pero, ¿por qué está escondido? ¿por qué no está a la vista de cualquiera, anunciado en todas los medios? Porque este tesoro sólo lo podemos descubrir cada uno. Para eso no puedo quedarme con las apariencias. A veces descubro aspectos de los sacerdotes, de los religiosos y religiosas que me llaman la atención, otras veces descubro aspectos que me echan para atrás. Claro, es que nosotros no somos el tesoro. El tesoro es el Señor. Sólo admite ser descubierto por cada uno. Cuando lo descubro, puedo hacerme el tonto como si no lo hubiera descubierto, pero nunca me podré olvidar que yo he encontrado ese tesoro. Es más, no podré vivir de verdad feliz si no lo compro con mi entrega.

 

Querido amigo y querida amiga, que lees estas líneas: si andas sospechando dónde está este tesoro para ti o si lo has encontrado, entonces entenderás la parábola de Jesús. Seguramente que dirás en el silencio de tu corazón: es verdad. En esta tierra de Ávila ese tesoro se va descubriendo en la sencillez de un servicio generoso en nuestros pueblos y en nuestra ciudad. Necesitamos atravesar el frío y la sequedad de nuestra tierra, la pequeñez y la pobreza de nuestra realidad. Pero esto mismo nos lleva a la verdad del tesoro presente en esta tierra religiosa y la vez de misión.

 

¿Te apuntas a esta búsqueda? ¿Quieres compartir el gozo de este hallazgo en medio de nuestras gentes? ¿Te animas a compartir ese camino interior que tanto anhelamos en nuestra sociedad? Somos un puñado de sacerdotes y de personas consagradas  repartidos en los pequeños rincones de esta tierra, donde está ese tesoro. Ahí tenemos puesto nuestro corazón, ¿quieres poner también el tuyo?

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