Decíamos al principio de la campaña que vivir el presente como un regalo nos permite esperar el futuro como una promesa. Y vivir el presente como regalo supone saber percibir en él las cosas por las que merece la pena vivir la vida: un rato de gratuidad con un amigo, una buena conversación, una comida divertida, un pequeño tiempo de estudio iluminador, un beso con el amado, una caricia de Dios… en lo pequeño, en lo insignificante, en lo que muchas veces es invisible a los ojos.